viernes, 20 de noviembre de 2009

No hay puertas


Con arenas ardientes que labran una cifra de fuego sobre

el tiempo

con una ley salvaje de animales que acechan el peligro

desde su madriguera,

con el vértigo de mirar hacia arriba,

con tu amor que se enciende de pronto como una

lámpara en medio de la noche, con pequeños fragmentos de un mundo consagrado para

la idolatría,

con la dulzura de dormir con toda tu piel cubriendo el

costado del medio,

a la sombra del ocio que abría tiernamente un abanico

de praderas celeste,

hiciste día a día la soledad que tengo.



Mi soledad está hecha de tí.

LLeva tu nombre en su versión de piedra,

En su silencio tenso donde pueden sonar todas las

melodías del infierno;

camina junto a mí con tu paso vacío,

y tiene, como tú, esa mirada de mirar que me voy más

lejos cada vez,

hasta un fulgor de ayer que se disuelve en lágrimas, en

nunca.

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