¿Cuántas veces me habré repetido lo mismo? ¿Cuántas veces habré recodado la historia de aquel viejo decrépito? Puedo acordarme de ese relato a la perfección, cada momento y cada detalle. Mara estaba muy cerca de Ramírez; Juan, Julieta, Ceci y yo estábamos más atrás, escuchando. El viejo Ramírez se sentó lentamente en su sillón, nos miró a cada uno de nosotros y comenzó a contarnos la historia:
-¿Alguno de ustedes saben qué tipo de historia les voy a contar?
-¿Terror? Bueno, eso dijo Mara… (Dijo Juan con duda)
Ramírez miró a Juan con una sonrisa, algo fingida si puedo decir, después de sonreírle, prosiguió:
-En realidad, no lo llamaría “terror”, más bien una historia triste e incomprendida. No mucha gente la conoce, porque prefirieron olvidarse de ella y fingir que nunca pasó. ¿Saben por qué? Porque la gente ignorante prefiere ocultarse en la mentira para vivir la fantasía de una vida perfecta.
-¿Qué trata de decirnos? ¿Por qué no comienza con la historia? (Dije con un tono desafiante, quizás porque no me agradaba el viejo, pero el punto es que el notó que no me caía bien)
Me miró con una cara seria, con una mirada realmente abrumadora que me dejó sin palabras. Quedé encogido de hombros y me callé. Ramírez giró la cara para no mirarme y continúo:
-En verdad, como sugiere su amigo, debería comenzar ya el relato. Al fin de cuentas, no sirve de nada que sepan mi opinión, dejaré que saquen sus propias conclusiones porque me interesa saber qué piensan al respecto.
Se acomodó en el asiento, arregló su corbata y nos observó a todos antes de relatar. Recuerdo esa cara, nos miró con una sonrisa aterradora y con unos ojos llenos de odio. Yo lo percibía, cada segundo que pasábamos sentados allí era acercarse más al fin, pero no podía decir nada, de todos modos nadie me hubiera escuchado.
El viejo Ramírez, después de unos segundos inició la esperada historia:
-Escuchen con atención, esto no es algo ficticio, es real, pasó en esta misma mansión hace ya mucho tiempo. En la época en la que el Sr. Bartolomé vivía en Villa Urquiza.
Él se había mudado desde Bs. As. Hasta aquí para instalar el primer consultorio que tendría Villa Urquiza.
-¿Era médico? (Preguntó Cecilia)
-Sí, y uno muy bueno. Cuando llegó con su esposa, la cual estaba embarazada de 5 meses ya, tenía el dinero justo y necesario para instalar su consultorio. No le quedó nada después de eso, solo su esposa, su hijo y esta gigante mansión que le serviría de clínica.
-Parece que no le iba mal al señor (Agregó Julieta)
-Al principio no, pero no todo es de color de rosa. El nunca se imaginó por lo que tendría que pasar, por todo el dolor y el sufrimiento. No se imaginan el dolor que sufrió el pobre Bartolomé
Él comenzó a sonar raro, su voz era inestable y parecía que hablaba con odio contenido. Mientras hablaba, no podía dejar de pensar que algo iba mal. Algo se me estaba escapando, sabía que el viejo era aterrador, pero lo que vino después desbordó a mi imaginación. ¿Cómo iba yo a saberlo? En realidad tendría que haberme dado cuenta, era todo tan claro, tan obvio. Quizás, era todo demasiado predecible para levantar sospecha alguna, pero no era una excusa. Mi deber era protegerlos, tendría que haberlo supuesto y haberlos sacado de esa endemoniada casa a tiempo. Todo fue mi culpa, yo permití que entráramos allí, yo permití que el viejo no tenga en sus manos.
A partir de ese momento, pase de ser Pablo Castro, a ser el juguete de ese diabólico hombre. Ya no sé si pueda volver a ser humano siquiera, después de todo lo que pasó, después de ese viaje al infierno, no. Pablo Castro murió el mismo día que sus 4 amigos, yo solo soy un narrador que cuenta la historia de Pablo, eso es todo…
-¿Alguno de ustedes saben qué tipo de historia les voy a contar?
-¿Terror? Bueno, eso dijo Mara… (Dijo Juan con duda)
Ramírez miró a Juan con una sonrisa, algo fingida si puedo decir, después de sonreírle, prosiguió:
-En realidad, no lo llamaría “terror”, más bien una historia triste e incomprendida. No mucha gente la conoce, porque prefirieron olvidarse de ella y fingir que nunca pasó. ¿Saben por qué? Porque la gente ignorante prefiere ocultarse en la mentira para vivir la fantasía de una vida perfecta.
-¿Qué trata de decirnos? ¿Por qué no comienza con la historia? (Dije con un tono desafiante, quizás porque no me agradaba el viejo, pero el punto es que el notó que no me caía bien)
Me miró con una cara seria, con una mirada realmente abrumadora que me dejó sin palabras. Quedé encogido de hombros y me callé. Ramírez giró la cara para no mirarme y continúo:
-En verdad, como sugiere su amigo, debería comenzar ya el relato. Al fin de cuentas, no sirve de nada que sepan mi opinión, dejaré que saquen sus propias conclusiones porque me interesa saber qué piensan al respecto.
Se acomodó en el asiento, arregló su corbata y nos observó a todos antes de relatar. Recuerdo esa cara, nos miró con una sonrisa aterradora y con unos ojos llenos de odio. Yo lo percibía, cada segundo que pasábamos sentados allí era acercarse más al fin, pero no podía decir nada, de todos modos nadie me hubiera escuchado.
El viejo Ramírez, después de unos segundos inició la esperada historia:
-Escuchen con atención, esto no es algo ficticio, es real, pasó en esta misma mansión hace ya mucho tiempo. En la época en la que el Sr. Bartolomé vivía en Villa Urquiza.
Él se había mudado desde Bs. As. Hasta aquí para instalar el primer consultorio que tendría Villa Urquiza.
-¿Era médico? (Preguntó Cecilia)
-Sí, y uno muy bueno. Cuando llegó con su esposa, la cual estaba embarazada de 5 meses ya, tenía el dinero justo y necesario para instalar su consultorio. No le quedó nada después de eso, solo su esposa, su hijo y esta gigante mansión que le serviría de clínica.
-Parece que no le iba mal al señor (Agregó Julieta)
-Al principio no, pero no todo es de color de rosa. El nunca se imaginó por lo que tendría que pasar, por todo el dolor y el sufrimiento. No se imaginan el dolor que sufrió el pobre Bartolomé
Él comenzó a sonar raro, su voz era inestable y parecía que hablaba con odio contenido. Mientras hablaba, no podía dejar de pensar que algo iba mal. Algo se me estaba escapando, sabía que el viejo era aterrador, pero lo que vino después desbordó a mi imaginación. ¿Cómo iba yo a saberlo? En realidad tendría que haberme dado cuenta, era todo tan claro, tan obvio. Quizás, era todo demasiado predecible para levantar sospecha alguna, pero no era una excusa. Mi deber era protegerlos, tendría que haberlo supuesto y haberlos sacado de esa endemoniada casa a tiempo. Todo fue mi culpa, yo permití que entráramos allí, yo permití que el viejo no tenga en sus manos.
A partir de ese momento, pase de ser Pablo Castro, a ser el juguete de ese diabólico hombre. Ya no sé si pueda volver a ser humano siquiera, después de todo lo que pasó, después de ese viaje al infierno, no. Pablo Castro murió el mismo día que sus 4 amigos, yo solo soy un narrador que cuenta la historia de Pablo, eso es todo…
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