
Sobre la pista -construida a escala- el tren se detiene, la luz roja del semáforo cambia a verde y las barreras se levantan para que los autitos pasen. Alrededor, los chicos aplauden y fijan rápidamente la vista en la pantalla de sus computadoras portátiles. Ahora tienen que volver a programar para que el tren reanude su marcha. No están en una juguetería, sino en una clase de tecnología y robótica en la escuela técnica ORT del barrio porteño de Núñez.
TransformersAllí los alumnos de segundo año aprenden matemática sin proponérselo, frente a una maqueta que reproduce el tránsito en la ciudad. Cada vez que los autos doblan, ellos deben medir distancias y calcular cómo deben girar y cuántos grados. A la vez, aprenden conceptos de seguridad vial, y lo más importante es que lo hacen en equipo, como si estuvieran jugando.
En un aula de cuarto año, los chicos están tirados en el piso, ajustando piezas de un minirrobot con pinta de Transformer. "Este es un sistema-guía. Lo pensamos como una solución para organizar las visitas al colegio, pero también sirve para los museos -cuenta Nicolás, uno de los alumnos-. Consultamos a un especialista que nos dijo que el principal problema es la conservación de las obras. Entonces programamos al robot para que maneje el flujo de las visitas hacia aquellas salas donde hay menos gente, para no provocar congestionamientos", explica.
"Trabajar con robots nos permite motivar a los chicos e integrar conocimientos", dice Mario Cwi, coordinador de Educación Tecnológica del instituto ORT. "La robótica involucra mecánica, electricidad, informática, y por eso es traccionadora de otros aprendizajes", aporta Alejandro Ferrari, director de estudios.
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